1.1 Por: Grupo Kurós
La tendencia a creer que el arte es algo raro, un objeto o pensamiento abstracto —no desde la imagen misma, sino desde su complejidad de comprensión— genera una variedad de conceptos, ideas y a veces sensaciones que buscan justificar al autor y su motor creativo, que no siempre es tan objetivo como la propia obra artística. En ocasiones el artista ha dejado olvidado su verdadero compromiso y esencia para convertirse en un productor, seguidor de objetivos vanos; como el enriquecimiento o la fama exprés, respaldado por la desinformación de su público.
El poeta y crítico de arte francés, Charles Baudelaire dice: “Lo que está creado por el espíritu, es más vivo que la materia”, este pensamiento es un detonante para entender al arte como un objeto de valor no sólo físico, sino histórico, académico, espiritual y expresivo.
Vivimos el arte pasivamente, pocos son aquellos que se permiten rendirse ante la pasión, que una obra puede provocar a los sentidos y la razón; al ser. La educación formal y el aprendizaje social nos han inculcado, así como desinformado, diciendo que el arte es un objeto de consumo elitista, sin embargo, cuando lo vivimos se convierte en un nutriente para el alma, que tiene la capacidad de provocar un equilibrio integral que lleva al sujeto a un estado de plenitud al momento del encuentro con la verdadera obra de arte.
Desde que el hombre nace, vive en él la necesidad de crear y expresar, misma que a través de su evolución histórica ha dado paso a lo que hoy se conoce como arte. Para el gozo estético, enriquecer el alma o para el ejercicio de la razón, el arte debe ser bello; esto implica el perfecto dominio de una técnica en particular que lleva implícita la intención de comunicar; el arte involucra un proceso introspectivo donde el artista busca descubrir y plasmar su visión del entorno, sus semejantes o de sí mismo. Todo ser se expresa; pero el artista, por medio de formación académica en diversas disciplinas, construye una forma de vida donde la congruencia entre su esencia y su obra constituyen una identidad.
El arte está siempre presente; ya sea visual, acústico, literario, escénico, etc. esto implica la materialización de deseos, pensamientos o inquietudes del artista, ¡ahí radica la belleza de su propósito! Contemplar una obra de arte, requiere de libre percepción; despojándose de experiencias y preconceptos; posteriormente relacionando las sensaciones ante la misma, generando nuevos conceptos y conocimientos.
No se puede avanzar con paso firme ante el arte basándose en erróneas interpretaciones, que desvían el objetivo hacia pretensiones comerciales. Hay que entender que el arte no es un instrumento comercial o moda, no es una arcilla que pueda ser moldeada por manos inexpertas cuyo resultado adquiera más valor, por ser extravagante. El arte, es una comunión entre el artista que construye visiones como parte misma de la creación universal y un espectador deseoso de albergarlas en su alma.