Por: Grupo Kurós
Como lo reconocieron en la edad media, el talento de los carpinteros y herreros no sólo constituía una mera fuerza muscular o una destreza de manos, sino que era también una bondad del intelecto que confería al más humilde, cierta perfección espiritual.
Esta virtud intelectual yace dormida en cada hombre. Artista es aquel que la desarrolla por medio de una búsqueda interior y exterior, de cuyas respuestas nace el arte, plasmándose en la obra para llegar a nuevos ojos y oídos.
El arte es la voz del alma y no tiene niveles, no se puede decir que los mejores artistas fueron de algún lugar o época, ni siquiera se puede pensar que uno sea mejor que otro. La evolución del arte, que es un proceso individual, camina a la par con la evolución del alma. No depende de fundamentos raciales o geográficos, no sabe de estratos sociales, no conoce siglos. Pero su evidencia sí nutre a las nuevas almas, como el arte enriquece a los nuevos artistas. Un espectador de hoy puede ser empático con una obra de ayer, implicando el reconocimiento del arte como un lenguaje universal e intemporal que une a la especie desde el espíritu.
Es necesario entonces darle una segunda mirada a nuestros tiempos, reconocernos en ese espejo que es el arte, contemplar el tamaño de nuestros rostros y manos creadoras, esa acción abrirá el capítulo que se dicta en este momento. Aceptar lo propositivo, lo extraño, lo absurdo, lo grotesco, lo nuevo, eso dibujará el semblante de nuestro presente artístico y nuestra esencia. El arte es el testimonio del alma de la humanidad, y como tal se le rinde homenaje. Si Dios ha de otorgar un mérito a la humanidad será por sus creaciones artísticas.