Por: Grupo Kurós
Una
de las facetas más hermosas y enriquecedoras del arte consiste en llegar a su
raíz, pero no desde la mirada académica sino desde el origen de sus materiales.
Nuestra
basta tierra es capaz de otorgarnos una inmensa diversidad de posibilidades, y
existen artistas que al reconocer la grandeza del medio ambiente, suelen
fundirse en él para trabajar con la multiplicidad de sustancias que de la
naturaleza manan.
Po
mencionar un testimonio sanmiguelense está Don Esteban Valdés, alfarero, quien
a sus 82 años aun labora con la misma técnica atávica aprendida de sus padres.
El
arte de Don Esteban nace desde la recolección de la piedra que él mismo llama
“cobre” o “piedra de vía”, la cual después de un largo proceso de pulverización
realizado a mano, se convierte en un fino polvo negro que posteriormente será la
tinta utilizada para plasmar sus nacientes creaciones. El destino de sus tintes
son las vasijas y charolas de barro moldeadas a mano y cocidas en un horno
rudimentario que descansa en el suelo entre su casa y la naturaleza.
La
biodiversidad y los elementos naturales fueron la primera inspiración del
hombre. Extraer lo necesario de la tierra conceptualiza toda una imagen
artística y existencial en la cual el hombre está unido a la tierra y a sus
componentes. Aquél que sabe utilizarlos con fines expresivos sin que esto
implique una sobreexplotación sino un pacto retributivo, está actuando en su medio
como una fuerza más.
Trabajar
con la tierra, el agua, el aire o el fuego para dar lugar al arte, es un punto
en el cual debería suponerse que el hombre, animal elocuente, ha alcanzado la
máxima comprensión de su entorno elevándose un paso más arriba de la absoluta
imitación de la naturaleza.
Finalmente el hombre no es más que una escultura
de arcilla y agua que debe volver a la tierra cuando su tiempo se haya
cumplido.