Por:
Grupo Kurós
Ver hacia atrás es
adictivo. Ello no implica que sea perjudicial tampoco que sea saludable,
simplemente lo hacemos.
Somos seres que buscamos
propagar en los demás el recuerdo de nosotros mismos, no sin antes habernos
cerciorado frente al autorretrato, de nuestra propia existencia.
Vamos por la vida
buscando dejar testimonio de nuestro paso. Algunos simplemente rayarán sobre
las piedras, o colmarán sus alrededores de descendencia para que su existencia
se alargue aunque sea de forma abstracta en los rasgos físicos o conductuales
de sus hijos. Otros, organizarán revoluciones que dejen sus nombres en lo más
alto de los recuerdos de la especie. Quizás algunos tomaremos fotografías o
escribiremos poemas o pronunciaremos palabras, formas simples de existir aunque
sea por un instante.
Como humanos buscamos trascender
primero hacia nuestros adentros al guardar recuerdos de los momentos, lugares,
cosas y las personas con quienes hemos conectado; para ello, la fotografía siempre ha funcionado
como un documento que describe lo que fue o existió en algún momento del
pasado.
Cada que vemos una
fotografía a la que estemos relacionados, el cuerpo se azota: en un breve
instante los ojos pueden llenarse de lágrimas o la boca secarse por completo.
El proceso físico es efímero porque pasará enjugándose el rostro o bebiendo un
vaso de agua. Sin embargo los fragmentos de memoria que se activan irán
volviéndonos adictos a esas sensaciones. La memoria seguramente es la forma más
sublime que pueda representar al ser humano: Los actos de compasión o de odio
nacen de los recuerdos ¿Qué otro animal ha sido tan efusivo como el hombre en esta era?